lunes, 9 de abril de 2007

Adormilados todos, se reúnen e intercambian opiniones acerca del enésimo descenso involuntario mientras preparan las provisiones necesarias para saltar al exterior del universo que ya los espera. Salen en fila, todos a excepción del Capitán quien se queda pendiente de la nave. El que encabeza la procesión es el Mico, quien se encarga de verificar las condiciones externas y una vez que ha dado la indicación, se dirigen hacia la luz azul que los espera en el horizonte.

Flotando lentamente pero pendiendo de un mismo hilo, todos avanzan expectantes de lo que les espera en esta jornada. Una vez que han llegado al origen de la luz, se asoman y sus ojos se encienden al admirar el hermoso planeta azul. Se dice que para ciertas cosas no tenemos memoria y la contemplación de éstas, nos hace sentir que es la primera vez que las vemos. Esta es la exacta sensación que conmueve a los mariatijuanenses al ver desde arriba y en todo su esplendor, la tierra.

Nostálgicos por los recuerdos que los agolpan de su estancia ya lejana en ese hermoso planeta, van soltándose del hilo que los mantenía juntos. El Mico ahora va detrás, pero cercano para proveer de las cosas que los demás van necesitando para el viaje.

La Muda se acerca al Sr. Lagartija y al Pirata, en cuyas manos pone una hermosa red de pescador hecha con extraños minerales, que éstos toman de los extremos, mientras resbalan en par hacia el interior de la orbita terrestre.

Ella sigue solo un paso detrás de ellos. El Mico los observa y desdobla un gran portafolio con miles de sofisticados aparatos que miden cada una de las cosas que necesita ser medidas para la pesca recién emprendida de las estrellas brillantes.

El Sr. Lagartija aún adormilado pero atento, parece más emocionado que otras veces, sus grandes ojos se abren aún más al ver que en esta ocasión hay estrellas grandes, mientras el Pirata pone especial atención a las estrellas mas pequeñas para no perderlas.




Hay algo particular en la atmósfera hoy y ambos se dan cuenta de ello, no solo ha aumentado el número de estrellas, ahora los orígenes son diversos ya que éstas cintilan justo arriba de todos y cada uno de esos grandes pedazos de tierra llamados continentes. El resplandor se ha generalizado y aunque no llega a cubrir la totalidad de la extensión del planeta, están por todas partes.

Siguen avanzando y después de algunos minutos, se dan cuenta que la red que llevan es ya insuficiente para lo que han pescado. La Muda se acerca, abre un pequeño contenedor que succiona las estrellas y libera la red para que sus compañeros puedan seguir haciendo su labor.

Esta vez las horas pasan y no logran terminar, al Mico se le ve cansado y de mal genio, la Muda intenta en vano pasar el tiempo maquillándose por enésima vez, mientras que el Capitán ha ya hecho varios llamados a la tripulación para ver si todo marcha correctamente. Pirata y Lagarto prosiguen la recolección, exhaustos pero con una emoción que los desborda.

Después de algunas horas terminan. La Muda ha llenado ya más de dieciocho contenedores sabiendo que la pesca esta vez fue más que otras veces, pero sin la más pálida idea de cuánto llevan dentro de esas pequeñas cajitas a las que la Muda se aferra enérgicamente. El Capitán los espera ya en la puerta de la nave evidentemente preocupado por la tardanza, una vez que los ve acercarse, respira aliviado. Ya dentro del salón central de la Maria Tijuana, van abriendo cuidadosamente una a una las cajitas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Chido, chido, chido