El orgullo del Capitán, hombre de importante trayectoria en la dirección de empresas complicadas, resultaba gravemente herido cada vez que con arriesgadas maniobras intentaba en vano combatir a su eterno enemigo, el viento, quien al final movía a la nave a su voluntad. Una vez que entraban a esa extraña corriente, no había marcha atrás, los controles dejaban de funcionar y la caída iniciaba sin remedio alguno.
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